Nosotros no nos mataremos con pistolas

Nosotros no nos mataremos con pistolas

Crítica de Nosotros no nos mataremos con pistolas

Tiempo de fiesta

La nueva propuesta cinematográfica de María Ripoll se basa en la obra de teatro de Víctor Sánchez Rodríguez, que también ha colaborado en el guion. El mayor mérito del film es que no remite en ningún momento a esa procedencia escénica. Cambia de decorados, sale al exterior y el culmen tiene lugar en una fiesta al aire libre en la que se desatan pasiones y sentimientos guardados que afloran sin inhibiciones. Mucho más complicado es llegar hasta ahí, porque la historia pretende abarcar diversos conceptos y no llega a definirse en ningún momento.

En el arranque vemos el cartel de un inmueble a la venta. Parece avanzarnos la crisis económica que afecta al entorno. Problema menos en ese momento, ya que en que una pequeña localidad levantina se prepara su fiesta grande. Las paellas en la calle constituyen el denominador común de una jornada que vivirá por la noche su tradicional verbena y se extenderá hasta el amanecer. Blanca -Ingrid García Jonsson- espera a sus amigos de toda la vida, algunos ausentes largo tiempo, y se prepara para cocinar por primera vez.

Cinco treintañeros

Algunas vecinas la miran con recelo. Es la prima de una suicida. En la casa donde tendrá lugar la cita se encuentra Marina -Lorena López-, embarazadísima después de vivir una aventura amorosa al otro lado del Atlántico y ser abandonada al regresar a España. Elena -Elena Martín- será la tercera chica. Se ha quedado sin blanca tras haber sido timada por su propia hermana. Miguel -Joe Manjón- y Sigfrido -Carlos Troya- son los varones. Uno de ellos oferta a los viandantes las virtudes de un negocio de pollos asados, y del otro poco más se sabe.

Cada uno de estos treintañeros tiene su propio problema y a ellos hay que sumar los comunes. Ninguno es tratado con solvencia en la pantalla. María Ripoll nos ha obsequiado anteriormente con historias fáciles, sin apenas compromiso, en las que se decantaba hacia el humor. Ahora, cuando toda ser más trascendente, se pierde en las ramas que un árbol que anticipa un bosque frondoso del que no tenemos mayores indicios. De todas formas, la película gana enteros cuando se aparta de los corsés del guion y vuela por sí misma.

Desencanto en plena crisis

A caballo entre Los amigos de Peter y ciertas propuestas de Guillaume Canet, da la sensación de que esperamos a Marion Cotillard para que nos enfrentemos a esas mentiras colectivas para estar juntos. De argumentos semejantes está sembrada la historia del cine, pero no solamente hay que tener algo que contar, sino que también hay que hacerlo con todas las consecuencias. En este caso, nos detenemos, y poco, en la anécdota, dejando el futuro incierto, el desencanto de un presente lleno de nubarrones y los problemas particulares.

Los cinco saben que su juventud se ha escapado con inusitada rapidez. La crisis que ha desembocado en una precariedad laboral extrema no les augura un futuro halagüeño. En ese ambiente, es lógico que afloren secretos y pasiones reservadas durante años. El desencanto es absoluto, pero todo lo demás debemos imaginarlo y rellenar los huecos de una construcción nada sólida que lleva camino de derrumbarse con un simple golpe de viento y culmina con una fiesta en la que el mundo parece girar en un sentido y ellos en otro.

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