Mentes maravillosas

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Crítica de Mentes maravillosas

La amistad surge de repente

Hay ejemplos en España con Campeones, en Francia con Intocable o recientemente en Italia con Hazme volar. Otro, aunque más lejano, sería ser Rain Man. La apuesta del actor y director Bernard Campan se inscribe dentro de esas producciones amables en la que un defecto físico o intelectual no se echa en manos del drama. Como en el caso de las anteriormente citadas, la emoción y la ternura prima sobre cualquier otro componente hasta desembocar en un conjunto que se agradece y se sumerge en el interior dejando a un lado la superficialidad.

El responsable del film da vida a Louis Caretti, que dirige en Suiza una funeraria heredada de su padre. Es un soltero empedernido, que contrata servicios femeninos de vez en cuando, y por el que una de sus empleadas se muestra especialmente interesada. Un día casi atropella a Igor Parat -Alexandre Jollien-, minusválido a causa de una parálisis cerebral, que reparte verduras ecológicas con su triciclo. Se trata de un personaje que conoce perfectamente sus limitaciones y que cultiva su intelecto.

El comienzo de una buena amistad

Con sus movimientos restringidos, lee a los filósofos, desde los de la antigua Grecia hasta Nietzsche, y es habitual que en sus conversaciones incluya frases o sentencias de alguno de ellos. Se interesa particularmente por el oficio de Louis, y cuando éste se decide a llevar un féretro hasta una localidad francesa, Igor se introduce en el cocho fúnebre junto al ataúd. Cuando es descubierto ya es demasiado tarde y, por una razón u otra, continuarán juntos el camino. De esta forma, llegan a entenderse y compenetrarse en esta atípica road movie.

No se trata de corresponder a los deseos del fallecido. Hay otro interés oculto en el viaje del responsable de la funeraria. Sin embargo, todo queda supeditado a la emergente amistad de los dos protagonistas. Una relación que termina desembocando en libertad y en aceptar la vida tal y como surge. Siempre en un porcentaje alto de comedia. No en vano, Bernard Campan formó parte del trío de humoristas Les Inconnus y ese acervo lo ha traslado siempre a sus films. Desde el punto de vista técnico, su participación es correcta

En el desarrollo se encuentran con un grupo de muchachas que celebran una despedida de soltera, pero el momento más álgido es cuando una prostituta es contratada por Louis y termina en la habitación de Igor. Sabemos entonces que su madre lo internó en un centro especializado donde recibió atenciones sexuales. Lo hacían con guantes, dice. Sin embargo, no ha manifestado rencor hasta ahora. Toda la película rezuma candor y buen rollo. Hasta las referencias filosóficas son perfectamente entendibles y de una aplicación aconsejable.

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